Por Ana María Fernández Castro
En este trabajo se trata de dar respuesta a la pregunta de para qué sirve la psiquiatría y para quién es útil: por qué los sistemas de salud de los países se ocupan de la llamada enfermedad mental, destinan grandes cantidades de dinero a los psicofármacos, financian mal que bien los centros de salud mental, se contratan psiquiatras y psicoterapeutas y se psiquiatrizan los problemas de la vida cotidiana. Qué utilidad tiene la psiquiatría para el sistema, por qué los medios de comunicación hablan con frecuencia de necesidad creciente de psiquiatras, y por qué los términos y las referencias psicológicas están omnipresentes en nuestro espacio colectivo.
Se intenta sintetizar y exponer las principales ideas de los ponentes de este curso que arrojan luz sobre estas cuestiones y nos hacen ver con claridad y crudeza cuál es el papel que cumplen los psiquiatras y a quién sirven en último término.
I. LAS TRES FUNCIONES CLAVES DEL PODER TERAPÉUTICO.
Dice López Petit que la normalidad es la forma como nos dominan, que resume la fenomenología propia de nuestro tiempo: en lugar de rebelarnos, asumimos con impotencia la consigna “esto es lo que hay”, “esto es lo que se puede hacer”.
En esta realidad, citando a López Petit, nuestras vidas están en constante movimiento y este movimiento es lo que llamamos vida, simplemente viviendo nosotros mismos alimentamos a la “bestia”, a la realidad tal como es. Ya no somos únicamente explotados durante un tiempo de trabajo sino que estamos permanentemente movilizados, somos una pieza de la máquina de la movilización global.
En este contexto de normalidad y movilización global actúa el poder terapéutico, cumpliendo tres funciones clave. La psiquiatría es útil al sistema de estas tres formas distintas, a la luz del análisis del autor:
1. Nos mantiene con el mínimo de vida necesaria para poder soportar y no caer fuera de la movilización. El poder terapéutico es, por tanto, una medicamentalización generalizada: la gestión psicológica, psiquiátrica y médica de nuestra vulnerabilidad. Dice López Petit que en esta sociedad vivir no es vivir, es cargar con una vida, trabajar la propia vida para que se pueda insertar dentro de la movilización global, porque si no, eres una pieza de esta máquina, eres una sombra, un estigma. El poder terapéutico nos concede en última instancia una vida con la condición de hacerla productiva. Vivir es tener una deuda permanente que llamamos vida, en el sentido de que tenemos que sacar día a día nuestra vida hacia delante, a no ser que hagamos de ella un
acto de sabotaje que haga estallar la movilización global. El poder terapéutico es, por tanto, la aseguradora de la movilización global.
2. En segundo lugar, el poder terapéutico es una de las maneras más eficaces de aplacar el malestar social y reintroducir los residuos sociales dentro de la máquina capitalista para volver a aprovecharse de ellos. El poder terapeútico es despolitizador porque construye la relación de poder camuflada como una relación de protección y ayuda: el terapeuta cuida de nuestra vida, y en la medida que lo hace, aceptamos que se rehaga la vida.
3. Por último, el poder terapéutico oculta, la dimensión colectiva del malestar social. Tiene como función reconducir el estar mal a una mera dimensión personal.
A esto último se refiere Amparo Serrano cuando habla del emprendimiento y explica el significado simbólico de este concepto, y su traducción en el imaginario colectivo: la noción de emprendimiento es una reformulación de lo que significa el empleo, según la cual el desempleo tiene que ver con actitudes y mentalidades individuales inadecuadas frente a la búsqueda de trabajo, y no con un problema político. El desempleo ha de resolverse, por tanto, no en el ámbito social y político sino en el individual; el individuo debe buscar dentro de sí mismo, ha de interpelarse, ante un simbólico ejercicio de autoinculpación, porque las personas de éxito laboral y, en último término, económico, son las que tienen unas determinadas actitudes y condiciones intrínsecas que forman parte de su personalidad y que las ponen en marcha. Esta exaltación heroica de la personalidad emprendedora, como dice Amparo Serrano, reduce el espacio de interpolación política a la pura psicología individual: el sujeto es, por tanto, el responsable de su fracaso (independientemente de sus condiciones de partida), y el responsable de los problemas a los que se enfrenta (paro, desigualdad, precariedad, etc.), de forma que ya no existen conflictos ni problemas sociales; lo que existen, son simplemente problemas personales en los que el espacio de intervención es individual.
El discurso de los derechos, dice Serrano, pasa a ser entendido en términos de responsabilidades individuales, pasamos de un lenguaje político a un lenguaje terapéutico, psicologizante: restringimos el ámbito de lo problematizable a lo puramente terapéutico, a la intervención sobre uno mismo, descontextualizando y, por tanto, reproduciendo las condiciones en las que se desarrollan estos problemas.
En este contexto, el poder terapéutico y su ejecutor, el psiquiatra, tiene el encargo de dirigir al sujeto que padece, para conseguir que se adapte a las situaciones, sirviéndose para ello de la terminología psicologizante: como dice Serrano, no existen problemas, existen modos de relacionarnos con los problemas; no existe la explotación, existe la falta de confianza en uno mismo; no existe el conflicto social, lo que existe es la ambivalencia personal; no hay vulnerabilidades, lo que existen son inseguridades, etc.
La visión psicologicista que aportan los conceptos con los que nombramos el sufrimiento (estrés, mobbing, etc.), en la medida en que sitúan el foco en la gestión personal de las emociones o en la relación interpersonal, no facilita una lectura de transformación social, y por tanto permite una reproducción del orden vigente.
II. LOS TRES ENCARGOS DE LA PSIQUIATRÍA.
La psiquiatría, dice Fernández Liria, tiene como objeto producir un bien social, la Salud Mental, y para entender cuál es la demanda social a la que los psiquiatras estamos respondiendo en cada momento histórico, hace un recorrido desde la fundación de las instituciónes manicomiales hasta nuestros días, destacando tres encargos o funciones sociales de la psiquiatría:
1. A principios del siglo XV se crea el hospital psiquiátrico, en un primer momento, como una institución caritativa para dar hospitalidad a las personas débiles y protegerlas de la crueldad de los teóricamente sanos. Citando a Foucault, cuando surgen las primeras ciudades, las personas que tenían experiencias no compartidas con la generalidad de sus congéneres, y que por tanto no encontraban cobijo y ocupación en las ciudades, eran excluidas en instituciones y apartadas de la vista del respetable. Por tanto, el primer encargo de la psiquiatría fue asegurar la convivencia en las ciudades. Dice Rendueles en Sociofobia que la historia real de la psiquiatría es estrictamente equiparable al desarrollo de la gestión de los riesgos sociales que entrañan la población y los individuos “peligrosos”.
Cientos de años después, los médicos entran en los hospitales psiquiátricos, incorporación que sirvió para justificar la persistencia de estas instituciones en una época inspirada por los principios de la Ilustración, en la que todos los ciudadanos eran libres e iguales ante la ley y, por tanto, no podían ser privados de libertad, salvo que lo dictaminase un tribunal por la comisión de un delito tipificado.
En estas anomalías que son los manicomios, los médicos “ponen orden”, clasificando a los internos, mediante la observación de síntomas y la categorización de enfermedades. Para Pinel los síntomas dibujan la enfermedad, y funda la psiquiatría a partir de esta idea: determinadas personas tienen que permanecer en los manicomios, y no pueden incorporsarse a la cooperación en las ciudades porque están enfermas; que de este modo cumple con el primer encargo.
Para Fernández Liria, la ilusión de Pinel primero, buscando que los síntomas dibujaran enfermedades y la de Kreapelin más tarde, según el cual, una idea de enfermedad nos va a permitir organizar la información de forma que podamos tener enfermedades específicas, que producen trastornos específicos para los que se podrían buscar remedios específicos, no se sostiene. Tanto él como Colina van a poner en cuestión esta visión positivista de la enfermedad mental, propia de la corriente somaticista dominante en la actualidad, según la cual, las enfermedades mentales son como el resto de las enfermedades y su origen está en la genética o el cerebro. Dice Colina, las alteraciones que padecemos tienen un origen social, psicológico, no individual y no son categorizables bajo el modelo médico. Y va más allá en su afirmación de que este régimen hegemónico biomédico es el causante de los estigmas, y a los pacientes, a los se les ha liberado de muchos aspectos, con el cierre de los manicomios y la reforma psiquiátrica, finalmente, se les ha encadenado en el campo de la enfermedad, del cual es muy difícil salir.
2. Explica Fernández Liria que la psiquiatría tiene más encargos que no han anulado el primero, sino que se han sumado a él. El segundo encargo o función social de la psiquiatría es preservar la fuerza de trabajo cualificada
en un momento en el que hay un interés por reparar esta fuerza de trabajo que se estropeaba, porque empezó por una parte a haber obreros cualificados que si enfermaban eran difíciles de sustituir y, por otra, porque los mismos trabajadores se organizaron y tuvieron la capacidad de crear mecanismos de solidaridad para prevenir el infortunio. El Estado se hizo cargo de estos mecanismos de solidaridad para evitar el fortalecimiento de las organizaciones sindicales. De esto modo, con el encargo de restaurar la capacidad de trabajar de las personas que la pierden, el Estado implementa los tratamientos psiquiátricos.
3. Pero esto solo, dice Fernández Liria, no explica el gran aumento del consumo de psicofármacos, y la psicologización de la vida cotidiana. Para ello tenemos que entender el tercer encargo de la psiquiatría: mercantilizar la gestión de la intimidad. Cita a Rosa Luxemburg y su máxima: el capitalismo necesita crecer y para eso necesita expandirse a un medio no capitalista. Después de la Primera Guerra Mundial, se acaba el mundo que repartir y, por tanto, la posibilidad de una expansión territorial que permita ampliar los mercados. Desde entonces, para seguir creciendo, ha habido que conseguir que relaciones que no estaba mediadas por los mercados, que no servían para obtener beneficios, lo pasasen a estar. Lo que ha disparado el consumo de psicofármacos y la psiquiatrización de la vida cotidiana es que nos han convencido de que para gestionar el malestar que vivimos todos los días, necesitamos tecnologías, psicofármacos y servicios proporcionados por expertos que sirven para regular la vida emocional, y que casualmente, también y sobre todo, sirven para hacer un intercambio de mercancías en el mercado y producir un beneficio que permite acumular capital y que se mantenga el sistema económico en el que vivimos. Las relaciones de las personas con su vida interna están mediadas por mercancías y servicios proporcionados por expertos que sirvan para producir beneficios y hacer que el sistema funcione. la vida íntima se convierte en lugar de intercambio de mercancías.
III. REFLEXIÓN FINAL
En definitiva, el sistema implementa y sostiene la psiquiatría y la psicoterapia en la medida en la que son útiles para mantener a los individuos movilizados en la producción, el consumo y en la generación de empleo, conformes con su condición y responsabilizados de su malestar, de sus fracasos y de sus problemas, dirigiendo su mirada hacia el interior, y obviando que la realidad en última instancia es generadora del malestar. Dice Guillermo Rendueles que en la psicoterapia individual siempre se dan consejos conservadores, se recomienda la no exposición a los conflictos, porque quien acude a consulta, muchas veces, está tan afectado que ya no tiene fuerzas para su propio autocuidado, por lo que parece absurdo, aun teniendo conciencia del origen del problema, pedirle al paciente que tenga fuerzas para cambiar el mundo. Así es que, la psiquiatría busca más que el sujeto se adapte a las situaciones que no que las reformule o transforme, acto que, por otra parte, debe ser colectivo para poder ser. De ahí la importancia de que se sitúe el origen del problema en el individuo, nada más desmovilizador.