Por Iban Vicente Makazaga
Muchas veces, empujados por deseos de cambiar la realidad que nos rodea, tomamos parte de movimientos sociales (MMSS) existentes o nos lanzamos a crear uno nuevo con toda la ilusión que nos transmiten esos deseos vitales. Estos MMSS son a priori espacios abiertos donde cualquiera puede tomar parte y luchar desde ella de forma autónoma y decidiendo entre todos los participantes de manera directa (sin intermediarios como sucede en la política institucional actual) cuál será la estrategia, tácticas, prácticas o ideología desde donde ejercer su lucha.
Pero siendo esto así de fácil y motivante a priori, ¿porque tan poca gente toma parte en ellos o lo dejan después de un periodo relativamente corto? ¿Porque su potencial de impacto o transformación es en general tan reducido o incluso inapreciable?
Sería interesante diferenciar entre las causas originadas por el sistema capitalista heteropatriarcal actual por una parte y los inherentes a los propios movimientos sociales por otra.
Empezando por la primera, la democracia representativa actual donde la ciudadanía sólo tiene la posibilidad de votar una vez cada cuatro años y poco más (inexistencia de “referendum”s, de presupuestos y espacios participativos…) no permite fomentar el debate o la participación política a un nivel individual o colectivo, (donde las decisiones se tomarían horizontalmente y las acciones de forma directa). Tanto las instituciones públicas como la empresas privadas integran estructuras más o menos jerárquicas donde nos acostumbramos a delegar u obedecer/mandar y no integramos en nuestro modo de pensar la posibilidad de obrar de manera directa.
Hay que añadir que aspirar a la transformación social o política conlleva situarse en la confrontación y esto en general no es sencillo ni agradable. Mucho menos para quien no está habituado, motivado, mentalizado o preparado a ello. Desenvolverse en la confrontación (muchas veces en las grietas o fronteras de las que nos hablan tanto Deleuze y Guattari o Gloria Anzaldúa) conlleva esfuerzo y tiempo. Much@s además somos parte del entramado capitalista y sus 40 horas semanales de trabajo y no es fácil dedicarle el tiempo que gustaría a estas luchas.
Finalmente no se puede dejar de resaltar el peso de lo medios convencionales y la industria cultural, donde sus objetivos residen en divulgar las noticias y ofrecer los eventos culturales que estén en sintonía con el sistema actual y permitan el mayor beneficio económico, dejando a un lado alternativas para un cambio real o la visibilización de nuevas realidades.
Por otra parte, están las dificultades y hándicap propios de los movimientos sociales: tendencia a aislarse y “ghettificarse” sin llegar a tener impactos apreciables, militantes que acaparan la voz y peso en las discusiones y decisiones, discusiones inacabadas o ya debatidas que minan la motivación de la gente...
Para superar estas y otras dificultades, MMSS de cierta envergadura suelen crear grupos de trabajo para una organización más eficiente. Es común que los primeros grupos de trabajo sean los de programación, contabilidad o comunicación. Pero pocas veces se crea un grupo específico de resolución de conflictos o cuidados. Sabiendo la heterogeneidad posible de estos grupos y su propensión a conflictos debido a su inherente diversidad, esto es un error. La diversidad conlleva fronteras y nuevas grietas donde puede surgir algo nuevo y hasta enriquecedor pero hay que estar preparado para apreciarlo y trabajarlo, tanto a nivel individual como de grupo. La tendencia habitual suele ser la de la homegeneización mediante la integración en las dinámicas o ideología dominante de ese grupo y no enfrentarse a esas diversidades.
Este grupo debería ser transversal a todas las operativas del MS y su función podría ser desde asignar moderadores o mecanismos necesarios para que las asambleas fueran un espacio de participación amena y equitativa hasta definir (si se deseara) las líneas rojas que definirán la “localización” o identidad deseada del MMSS, por ejemplo. Este último es un punto crítico de la organización ya que una mayor o menor definición de esas líneas rojas podría hacer pecar al MS como demasiado identitario (dejando mucha gente fuera de entrada) o demasiado aséptica (donde todo el mundo tenga cabida pero con implicación superflua). La identidad no tiene porqué oponerse al mestizaje y podría surgir una identidad mestiza como identidad alternativa que pudiera crear aperturas subjetivas y políticas. Por otra parte hay que tener en cuenta que el nivel de implicación, responsabilidad y tiempo que pueda aportar cada persona es muy variable y su no consideración suele minar la salud del MS. Son muchos los asuntos que tendrían cabida en relación a los cuidados de los individuos o el grupo al completo.
Otro de los grandes errores es la nula o insuficiente sistematización del conocimiento y experiencias adquiridas. Desde no realizar actas de las asambleas que permitan una comunicación interna a no registrar las conclusiones o resultados de actividades que permitan asentar y hacer perdurar la memoria colectiva adquirida. Cuantas veces se ha caído una y otra vez en los mismo errores o dedicado tiempo y esfuerzo en cuestiones anteriormente resueltas. También está el registrar y divulgar lo que se ha hecho bien y dar así una inyección de moral tan necesaria para reforzar el grupo e individuos. El no realizar una sistematización adecuada conlleva una gran pérdida de eficiencia y motivación. Hay que subrayar que tanto para realizar el registro como la divulgación no hace falta grandes medios hoy en día. Un simple ordenador con conexión a internet es suficiente. Lo que hace falta es ser conscientes de su importancia, adquirir las costumbres necesarias y llevarlo a cabo.
Finalmente señalar la importancia de crear redes que permiten una estructura con flexibilidad y capacidad de mutación y actuación, capaz de sobrevivir y poder transformar el sistema hegemónico actual. Para ello los diferentes MMSS podrían relacionarse a través de un estructura rizomática donde el enlace entre cada “nodo” (cada MMSS) puede ser mayor o menor dependiendo de la coyuntura. La libre adhesión y baja voluntaria (lo cual puede ser aplicado también a nivel individual) regirá el compromiso entre MMSS. Grupos de mayor o menor tamaño podrán ponerse en contacto y ayudarse en función de los intereses y fuerzas del momento, actuando a modo de guerra de guerrillas.
Para la táctica de guerra de guerrillas es realmente interesante la estructura rizomática donde las relaciones son más orgánicas. No es un drama que un MS (nodo) desaparezca (esto evita además esfuerzos innecesarios para que perdure si o si). De su disolución podrán surgir nuevos nodos o fortalecer otros nodos o enlaces entre ellos. Pero para mantener o aumentar la potencialidad total de la estructura es muy importante realizar la sistematización anteriormente mencionada, pudiendo así transmitir los conocimientos y experiencias entre los diferentes nodos de forma totalmente altruista, evitando repetir errores o no volver a caminar caminos ya transitados.
Estos MMSS o nodos podrán tener carácter territorial (con un plan de actuación en una geografía dada: barrio, pueblo, ciudad…) o sectorial (lucha feminista, ecologista, antifascista, hacktivista, antirracista…). Enriquecerse y coordinarse entre ellos puede llevar a conseguir un impacto de transformación mayor. Transformación que pretende una redistribución del poder (entendida como capacidad de actuación tanto a nivel material, como de valores y relaciones entre individuos o colectivos) o empoderamiento (visibilización y reconocimiento).
En la realidad, son reducidos los casos de MMSS o proyectos comunales que llevan a cabo las propuestas mencionadas (atención a los cuidados y resolución de conflictos, sistematización y creación de redes). Pero existen. Por ejemplo Nociones Comunes [1] sería un claro ejemplo. Su trabajo de sistematización es encomiable y se presentaría como un nodo fuerte dentro de la deseada red rizomática y alrededor de la cual pueden aparecer otros nodos (tanto sectoriales como territoriales) que permitan hacer más fuerte esa red con visión y actuación transformadora.
El verdadero reto reside en cómo superar lo difuso, la atomización de los movimientos sociales. Se podría decir que la “sociedad líquida” de Bauman también ha alcanzado a los contrapoderes y ya no cabe pensar en movimientos revolucionarios de masa. Por lo tanto, ¿cómo producir organización política con impacto y capacidad de transformación real? ¿Deberíamos pensar en una red rizomática y orgánica? ¿Una confederación de nodos de libre adhesión? ¿Serían necesarias coordinadoras a nivel territorial o sindical? ¿Tal vez incluso partidos políticos para poder visibilizar nuestras demandas y acciones e intentar subvertir el sistema actual no solo desde fuera sino también desde dentro? ¿Pero se dispone de fuerza para invertir en estos frentes (coordinadoras y partidos políticos) sin dejar nuestros MMSS o luchas cojeando (ver [2])?
Existen múltiples realidades transformadoras y altermundistas a nivel micro y se pueden pensar en otras tantas teorías de organización política a nivel macro pero hay que admitir que aún no se vislumbra una grieta con verdadero impacto en el sistema capitalista heteropatriarcal actual. Por una parte por su aceptación hegemónica y abrumadores medios (económicos, políticos y culturales) para contrarrestar los contrapoderes que se presentan como por el bajo impacto de las realidades transformadoras a nivel individual y la insuficiente capacidad de organización política conseguida entre ellas hasta el momento. ¿Pero qué otra cosa cabe que seguir intentándolo?
[1] https://www.traficantes.net/nociones-comunes
[2] https://www.regeneracionlibertaria.org/los-que-se-nos-van-libertarios-en-el-mundo-electoral