El obrerismo “clásico” italiano: ideas principales del libro 'Operai e capitale' de Mario Tronti

Por Eki Etxebarria Respaldiza

Contextualización del surgimiento de obrerismo italiano

El obrerismo podría caracterizarse como una corriente del marxismo, surgida en los años sesenta a raíz de las divergencias con las posiciones del marxismo clásico del Partito Comunista Italiano y de la Unión Soviética. Esta corriente del marxismo quería subrayar, en términos generales la importancia de la lucha de clases y el protagonismo del movimiento en los cambios sociales de aquella época, subrayando la necesidad de impulsar la resistencia en la fábrica. Esta posición contrasta con la del PCI, que mantenía el pacto social con el patronato y el Estado, típico de los partidos de izquierda en Europa. Lo que constituye la llamada anomalía italiana de aquellos tiempos es que el PCI, siendo el segundo partido más fuerte de Italia, mantenía relaciones con la Unión Soviética. Esta posición ambigua entre su ideología antisistémica  y su apuesta por el “pacto nacional” hizo que el PCI no pudiera contener muchas corrientes críticas que se fueron estructurando como grupos extraparlamentarios y llegarían a protagonizar los “años de plomo” de los años setenta en Italia (Edwards, 2011). Hay que decir que no todos los actores de la izquierda extraparlamentaria italiana provenían del PCI. Algunos habían pasado por el Partido Socialista Italiano, como Panzieri, y otros provenían de las juventudes católicas, como es el caso de Antonio Negri. Mario Tronti siempre estuvo vinculado al PCI, aunque mantuviera una postura muy crítica en los años setenta.

En el ámbito internacional, la caída del mito estalinista y el surgimiento de otros procesos revolucionarios, como es el caso de la revolución cubana o la revolución cultural China, ofrecieron ventanas de oportunidades para que otras corrientes revolucionarias fueran naciendo.

En los años sesenta, los obreros sometidos a un aumento siempre mayor de los ritmos de producción desarrollaron un sentimiento de enajenación y de rechazo. Estos obreros serían tipologizados por el obrerismo como “obreros masa”. La categoría de “obrero masa” la formaban mayormente trabajadores que habían emigrado desde el sur de Italia para ir a trabajar a las fábricas del Norte (Balestrini, Moroni, 2011: 128-130). El carácter no industrializado del sur de Italia y la implantación del PCI no estaba consolidada. Los “obreros masa” no tenían interiorizada la misma cultura del trabajo que los obreros del Norte. Esta figura desarrolló un sentimiento de rechazo profundo hacia su trabajo, a la vez que no estuvieron encuadrados dentro de cultura política comunista. El obrerismo de los años sesenta puso especial atención sobre esta categoría de trabajadores, poniendo como premisa fundamental una idea que chocaba con la idea de progreso a la que se habían ceñido el marxismo clásico y, por tanto, el PCI: el rechazo al trabajo. Esta premisa se materializaba en las huelgas salvajes, sabotajes y una serie de prácticas que los obreros llevaban a cabo con el fin de obstruir la producción.

El “obrero masa” protagonizaba escenarios cada vez mayores de conflictividad laboral en los años sesenta, acercándose a los grupos estudiantiles. La masificación de las universidades permitió que muchos estudiantes de familias trabajadoras tuvieran acceso a la universidad. A pesar de los cambios que supuso la masificación universitaria, esta institución siguió aferrada a un modelo tradicional. Ante esta situación, los estudiantes fueron desarrollando también un rechazo hacia lo establecido, y encontraron en el obrero masa una figura con la cual aliarse para materializar ese rechazo hacia lo establecido. De este modo, el discurso anti-autoritario del movimiento estudiantil fue tomando carácter de lucha de clases (della Porta, 1995: 26-27). Estas dos categorías fueron las que protagonizaron los escenarios de protesta de los años 68-69 en Italia. A diferencia del mayo del 68 francés, estos episodios de conflicto no se quedaron ahí, sino que la escalada de tensión hizo que estos grupos se fueran estructurando y radicalizando sus prácticas de violencia revolucionaria hasta finales de los años 70, cuando el PCI pasa a ser parte de la alianza “antiterrorista”.

 

Conceptos fundamentales del pensamiento obrerista

Podríamos dividir dos etapas del obrerismo. La primera etapa se extendería desde el surgimiento de las revistas Quaderni Rossi 1961 y Potere Operaia, hasta las insurreciones y tomas de fábrica de 1973, con la disolución del grupo Potere Operaio. De este modo, en la primera etapa la composición de clase estaba estructurada por el obrero masa. En la segunda etapa, se desarrolla la figura del obrero social. En su primera etapa, el obrerismo se centra en el ámbito de la fábrica como ámbito privilegiado para la lucha de clases. Con el desarrollo del autonomismo obrero, el sujeto para la lucha de clases es el “obrero socializado de la fábrica extendida – diffusa – del postfordismo” (Cuninghame, 2005: 81). La lucha se extiende al conjunto de la sociedad (Altamira, 2006: 99).

En su primera etapa, los jóvenes intelectuales que participaron en la redacción de los Quaderni Rossi buscaban aplicar la Crítica de la economía política del Capital de Marx en el análisis del proceso de maduración industrial de aquellos años, dando relevancia particular a la lucha de clases.

En primera instancia, el obrerismo fue un espacio político que privilegió el trabajo sobre los asalariados industriales, ya que eran considerados como la fuerza sustantiva del cambio social, dejando de lado otros sectores sociales. Por otro lado, en contraposición al pensamiento marxista clásico que consideraba que el factor alienante del trabajo era la explotación capitalista, el obrerismo rechazaba considerar el trabajo como sinónimo de la ‘actividad’ humana. La alienación provenía de la reducción de la vida al propio trabajo en la sociedad capitalista. Con esto, el obrerismo se oponía a la idea de la “dignidad” del trabajo, adoptada por la ética socialista.

Otra de las características más importantes del obrerismo fue “la importancia asignada a la relación entre la estructura material de la clase obrera y su comportamiento como sujeto autónomo de los dictados del capital y del propio movimiento obrero institucional” (Altamira, 2006: 104). Esta relación la constituye el nexo entre la composición técnica y la composición política de la clase. Tuvo gran importancia el análisis del comportamiento de la clase para entender su comportamiento político, y así determinar  las leyes de su movilidad política. Para ello, se recuperó la encuesta como técnica para analizar dicho comportamiento.

Hay que decir que los Quaderni Rossi no conformaron una única línea de pensamiento homogéneo. Fruto de los disensos entre los varios componentes nace la revista Classe Operaia en 1964, con la cual nace el obrerismo propiamente dicho, con Mario Tronti como una de sus figuras principales.

 

Operai e capitale

Mario Tronti fue uno de los mayores exponentes de la corriente obrerista. Escribió varios artículos en Quaderni Rossi y Classe Operaia (continuación de la primera revista), fruto de los disensos hacia las ideas del grupo relacionado con Panzieri. Algunos de estos artículos fueron agrupados en el libro Operai e capitale, publicado por primera vez en 1966 y considerado como un clásico del obrerismo italiano. Muchos de los grupos extraparlamentarios surgidos a partir de los años 68-69, como Potere Operaio, se nutrieron en gran medida de los contenidos proporcionados en este libro. Tal como aparece en la contraportada de la 4º edición del 2013 confeccionada por DeriveApprodi: “No por esto sus contenidos deben ser considerados inactuales. Al contrario, ofrecen todavía una extraordinaria clave de lectura de los rápidos y profundos procesos de transformación del trabajo y de descomposición de las clases en curso en los últimos decenios”. Dando por correcta esta afirmación, veamos pues cuales son estas claves de lectura.

En el apartado “la fábrica y la sociedad” de Operai e capitale, también publicado en el primer número de Quaderni Rossi, Tronti trata de explicar los cambios que la generalización de la plusvalía relativa, bajo la forma de capital social, había supuesto en la sociedad capitalista. “La presión de la fuerza de trabajo es capaz de constreñir al capital al modificar su composición interna, interviniendo en el interior del capital como componente esencial del desarrollo capitalista” (Tronti, 2013: 43). Para Tronti, es la lucha de clases el elemento fundamental que empuja el desarrollo capitalista. La producción capitalista no es un proceso autónomo cuya estructura determina la superestructura política y las condiciones para la lucha política. Tronti reivindica el sujeto obrero como sujeto autónomo que constriñe al capitalismo a invertir en capital constante para poder aumentar la tasa de plusvalor relativo. La relación social de la fábrica adopta un carácter político.

En el mismo apartado, Tronti explica el proceso de socialización capitalista. El destino de los trabajadores se volvía el destino de la sociedad en su conjunto. Con la llegada de la industria a gran escala, la fábrica tendía a absorber la sociedad completamente. Todas las relaciones sociales se subsumen al capital, mientras la creciente proletarización asume una forma mistificada. “Cuando la fábrica se apodera de toda la sociedad […], entonces los rasgos específicos de la fábrica se pierden dentro de los rasgos genéricos de la sociedad. Cuando toda la sociedad es reducida a fábrica, parece que la fábrica en cuanto tal desaparece” (Tronti, 2013: 49). En este proceso de subsunción se desarrolla el punto más alto de las relaciones sociales burguesas. Esta es una idea muy interesante para el debate hoy en día. En efecto, hoy en día, cuando nuestras economías han alcanzado unos máximos de productividad y desarrollo incomparables en toda la historia de la humanidad y todas las sociedades occidentales están subsumidas al imperativo de productividad y desarrollo, es cuando “la fábrica” pierde relevancia a la hora de explicar las dinámicas sociales. El concepto de “capital social”, en este caso, se refiere al poder social adquirido por el capital. En este sentido, la reproducción de la clase obrera incorpora no sólo al trabajo en la fábrica, sino también a otras actividades sociales, como podría ser el trabajo doméstico por ejemplo. Nace así la idea de fábrica social.

“La clase obrera debe descubrirse a sí misma su materialidad como parte del capital, si quiere después contraponer todo el capital a sí misma. Debe reconocerse como un elemento particular si quiere presentarse luego como su antagonista general” (Tronti, 2013: 52). El obrero colectivo debe enfrentarse no sólo a la maquina como capital constante, sino también a la fuerza de trabajo misma, como capital variable. Es decir, el obrero debe rechazar su condición de asalariado.

En el apartado “Lenin en Inglaterra”, publicado en 1964 en Classe Operaia, se plantea por primera vez la inversión de la primacía entre capital y trabajo. La reestructuración capitalista mundial debía ser interpretada como respuesta a la lucha de clases. Las diferentes modalidades para la acumulación son formas de reacción ante una cierta composición de clase, buscando la descomposición del poder político y técnico de la composición de clase dada.

En el capítulo “Marx, fuerza de trabajo, clase obrera”, en relación con la idea del sujeto obrero autónomo insiste en que “el trabajo es la medida del valor porque la clase obrera es condición del capital” (Tronti, 2016: 226). La clase obrera, según Tronti, debe rechazar esa función. “Sólo tiene que mirarse a sí misma para destruir al capital”. Debe reconocerse como potencia política. Debe negarse como fuerza productiva” (Tronti, 2016: 263). Así mismo, “no se puede entender qué es la clase obrera, sin entender como ella lucha” (Tronti, 2016: 200).

El espacio privilegiado para que la composición de clase pueda experimentar un salto político es precisamente el terreno de la producción. “Para el obrero, pasar por el proceso productivo, significa pasar a través del terreno específico de la lucha de clases contra el capitalista” (Tronti, 2013: 202). Ahí es donde se da un verdadero salto político. La sociedad es percibida por Tronti como la dimensión de la ideología burguesa, donde se neutralizan el conflicto y el antagonismo (Gentili, 2012: 71-73). Para Negri, al contrario, las nuevas subjetividades antagonistas se forman fuera de la fábrica, en la sociedad. Estas nuevas teorías llevarían a otra fase obrerista – o su superación -, dando vida al autonomismo obrero, centrado en la categoría del obrero social (Zaru, 2016).

Conclusión

Las ideas de Mario Tronti se podrían resumir de la siguiente manera: la sociedad convertida en fábrica, la lucha de la clase obrera como motor del desarrollo capitalista, el trabajo como condición de la producción capitalista y la necesidad de rechazarlo, y el terreno de la producción como espacio privilegiado para la lucha de clases.

Hoy en día, resulta interesante la afirmación de que cuanto más se convierte la sociedad en fábrica, menos relevante nos parece “la fábrica” para entender la sociedad. Esta afirmación es totalmente vigente hoy en día, tanto en el ámbito intelectual como en el social. Ahora que la productividad ha alcanzado un máximo nivel de desarrollo, es cuando se pone en cuestión el proceso de producción capitalista como articulador de las relaciones sociales. Deberíamos retomar la idea de fábrica social para entender “nuestra clase” y sus dinámicas. Quizás, una idea más cuestionable, que en cierta medida podríamos pensar que contradice el concepto de fábrica social es la prioridad que Tronti otorga a la lucha en el espacio productivo. Sin “toda la sociedad es una fábrica”, el antagonismo social también debería de poder reconocerse en otros ámbitos sociales. La teorización de Antonio Negri sobre el obrero social (2007), categoría central del autonomismo obrero a partir del 1973, nos podría dar algunas claves para profundizar sobre el tema de los antagonismos sociales.

 

Bibliografia

Altamira, C. (2006): Los marxismos del nuevo siglo, Biblos, Buenos Aires.

Balestrini, N.; Moroni, P. (2011): L’orda d’oro 1968-1977. La grande ondata rivoluzionaria e creativa, politica ed esistenziale, Feltrinelli, Milan.

Cuninghame, P. (2005): “Autonomia in the 70s. The Refusal of Work,the Party and Power”, Cultural Studies Review, 11 (2), 77-95.

Della Porta, D. (1995): Social Movements, Political Violence, and the State. A Comparative Analysis of Italy and Germany, Cambridge University Press, Cambridge.

Edwards, P. (2011): “Rejecting all adventurism’: The Italian Communist Party and the movements of 1972”, 20th Century Communism, 3, 14-37.

Gentili, D. (2012): Italian Theory. Dall’operaismo alla biopolitica, Il Mulino, Boloña.

Negri, A. (2007): Dall'operaio massa all'operaio sociale: intervista sull'operaismo, Ombre corte, Verona.

Tronti, M. (2016): Operai e capitale, DeriveApprodi, Roma.

Zaru, E. (2016): “Traiettorie globali nella tradizione politica dell’operaismo: Antonio Negri da «Quaderni Rossi» e «Classe Operaia» a Empire”, Filosofia italiana, 2016 (I).

 

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