Por Pedro Gómez Linares (Madrid)
El propósito de este trabajo es un análisis somero de una herramienta que sustenta su validez en la ayuda que pueda prestar a los colectivos para reapropiarse de su realidad, facilitando su transformación y la generación de espacios más democráticos y emancipadores.
Comenzare analizando su naturaleza, nacimiento y propósito, para continuar con su desarrollo histórico, los retos actuales a los que se enfrenta, presentar un modelo concreto y finalizar con el análisis de sus categorías básicas.
El análisis institucional surge de un intento de superación de la pedagogía y psicoterapia institucional en un momento de gran efervescencia social, los años 60. Concibe la institución como la forma donde se plasma la producción y reproducción de las relaciones sociales dominantes. En este sentido, cuestiona las teorías organizacionales de corte funcionalista que solo pretendían restablecer el equilibrio al interior de la institución. El análisis institucional pone el foco en las relaciones de poder, con el propósito de generar procesos de desalienación, relacionándose con la acción política. La psicoterapia institucional se limitaba a los intramuros de la institución psiquiátrica y otras prácticas de análisis se colocaban bajo la responsabilidad exclusiva de un grupo experto. Frente a la fe en la práctica de la autoconciencia en el plano consciente, en hacer emerger lo latente, insiste en el valor de los microdiscursos, las transformaciones de la vida cotidiana, la conjunción de lo individual y la masa, la aceptación de la singularidad de lo heterogéneo, la micropolítica junto con la macropolítica.
La historia del movimiento institucional tuvo dos fases. La primera, francesa, se mantendrá dentro del marco de una institución concreta. A partir de mayo del 68 nos encontramos con una corriente donde aparece la figura del consultor junto con el analista ligado a la militancia política. Ya fuera de Francia se saldrá del marco institucional para atacar los principios mismos de la institución, ligados al movimiento contracultural de la década de los 70 (la antipsiquiatría y la educación sin escuela).
En la actualidad, debido a las transformaciones socioeconómicas (neoliberalismo globalizado), el análisis institucional se enfrenta a nuevos retos. El agotamiento del estado nación, las dificultades de armar un común debido a la fragmentación individualista, donde las grandes movilizaciones aparecen y desaparecen sin, al parecer, dejar rastro, donde las instituciones, como dispositivos de producción de ley, pierden su eficacia en su capacidad normativa y discursiva, generando en los sujetos un estar a la deriva, como consecuencia del agotamiento de la sociedad disciplinaria, propia de tiempos estatales. Vemos como la subjetividad actual no se instituye en relación a algo dado, por lo tanto, nos toca producir lo que no está, enlazando lo disperso en base a la vulnerabilidad compartida.
La realidad actual de las instituciones pone en cuestión los tópicos del modelo funcionalista. El estado-nación como megainstitución cuyo organigrama interno es el conjunto de todas las organizaciones. Donde el conjunto de instituciones son solidarias, orgánicas, funcionales al sistema del que forman parte. Habría una coordinación estatal garante del funcionamiento ordenado de las instituciones en su seno. Se confiaría en la razón, en el progreso, en los beneficios de la burocratización, organización vertical que supone un mundo calculable. Con el debilitamiento del estado-nación la institución se cierra sobre si, su identidad ya no le viene dada por sus producciones de cara al exterior sino por la institución misma. Lo sistemático da paso a lo estratégico, situacional, coyuntural, oportunista, en un mundo líquido. Frente al supuesto progreso indefinido el darwinismo social. En este sentido, la realidad de la institución no se disputa en la relación dialéctica entre la tradición que la constituye y el cambio, sino en su propia supervivencia, dentro de la inestabilidad, la incertidumbre. Situándose la intervención, no siempre en la deconstrucción de una trama institucional preestablecida, sino en permitir la recombinación permanente de recursos y fuerzas, produciendo trama ahí donde prevalece la desconfiguración o reforzando los anudamientos establecidos de forma precaria y/o intermitentes.
La investigación-acción-participativa sería en la actualidad la forma de análisis institucional más cercana a una investigación militante. Esta pretende ligar la investigación e intervención social a los saberes-hacer locales y sus necesidades, dando primacía a los saberes prácticos. La acción debe ser colectiva y transformadora, generando una realidad más justa. El proceso de investigación-acción es colectivo, reflexivo, dialógico y recursivo. Aquí el “experto”, figura externa a la comunidad, se convierte en un dinamizador, requiriendo una transparencia y retroalimentación constante entre el saber “experto” y los saberes locales existentes (coinvestigación). Aun así, la investigación-acción-participativa contratada por administraciones locales o empresas en no pocas ocasiones se ha convertido en una herramienta para la desactivación del malestar social.
Un análisis algo más detallado del análisis institucional nos ofrece sus categorías básicas
El analista:
Suele ser un grupo de investigadores, quienes reciben el pedido de la institución para intervenir. Se abandona la separación estricta de la ciencia positivista entre sujeto y objeto de la investigación. El analista se sabe comprometido en la investigación y el mismo es objeto de análisis.
Analizadores:
La intervención puede realizarse de modo espontaneo o puede ser provocado por el analista. Para desencadenarse requiere de la presencia de ciertos dispositivos históricos o fabricados, llamados analizadores. Estos funcionan como precipitadores de la crisis que motiva la intervención. La tarea del analista es descubrir cuáles pueden ser los precipitadores que provoquen la crisis.
La transversalidad:
Recoge las relaciones de fuerza entre los distintos agentes o grupos de la institución. El análisis institucional promoverá el interjuego entre lo instituido y lo instituyente. La síntesis entre lo instituido y lo instituyente hace surgir una nueva forma instituida (institucionalización).
La transversalidad se relaciona con la horizontalidad y verticalidad dentro de la institución. Un grado máximo de verticalidad nos situaría en una institución totalmente burocratizada, jerarquizada, donde impera lo instituido, la repetición (cero transversalidad). La transversalidad 100 estaría en la total horizontalidad. La horizontalidad promovería un movimiento instituyente.
La institución ágil promovería un movimiento dialectico continuo entre lo instituido y lo instituyente
Grupo objeto:
Transversalidad cero. Grupo sometido. No se da su propia ley. Objeto de otros grupos. No tiene palabra propia, es hablado por el poder institucional, jerarquización vertical y/o piramidal.
Grupo sujeto:
Es fundador de sí mismo. Constituido en una perspectiva de impugnación y de lucha. Se da su propia ley y su objeto de investigación es la transversalidad. Pretende superar el callejón sin salida de la pura verticalidad (estructura oficial) y una simple horizontalidad (relaciones informales).
El grupo, en asamblea (el instrumento más característico del análisis institucional), es agente de enunciación colectiva, donde se da el análisis institucional, horizontal, creativo, múltiple.
Bibliografía
Escolar, Cora (2010): Institución, implicación, intervención. Revisando y revisitando las categorías del Análisis Institucional. Rev. Acciones e Investigaciones Sociales. pp 235-250
Malo de Molina, Marta (2004): del análisis institucional a experiencias contemporáneas entre investigación y militancia.
VV.AA (2007): Pequeñas anécdotas sobre las instituciones. Rev. Cuadernos de Campo nº2