REVOLUCIONES Y PRODUCCIÓN DEL COMÚN

¿Del Estado Neoliberal al Estado Comunal?

Desde la Transición hasta aquí, la cuestión del Estado había quedado progresivamente arrinconada en los discursos de cambio. Hoy, desde que las opciones institucionales han cobrado importancia vuelve a ser imprescindible su discusión. “Aparato burgués que reproduce la dominación de clase”, “producto de las relaciones sociales del capital”, “órgano de regulación social a través del mercado”, “garante de derechos sociales”, todas estas han sido formas de describirlo a lo largo de la historia. Pero hace falta afinar los análisis para adecuarlos a las nuevas realidades y a las actuales necesidades de intervención política.

El Estado ha sido analizado como problema y como solución. Y ha sido ambos. No es el mismo Estado el que acompañó la fundación del capitalismo, que el que dio lugar a los pactos entre capital y trabajo tras la Segunda Guerra Mundial, ni el Estado postcapitalista –todavía por inventar– tendrá la misma forma que el neoliberal. Como producto histórico que es, no se puede hablar de él sin tener en cuentra el momento y el territorio en el que toma forma. En los momentos revolucionarios, el Estado, más que desaparecer, ha sido reimaginado, rediseñado y reorientado. ¿Qué es hoy el Estado? ¿Qué Estado es deseable? ¿Qué revoluciones necesitamos para qué intituciones? ¿Es posible un Estado que garantice el bien común o el mejor Estado es el que alumbra su propia disolución?

Frente a la brutal desposesión social que produce el neoliberalismo, surgen nuevas propuestas de toma del Estado o su rediseño a partir de prácticas comunitarias y cooperativas. La necesidad de detener los ataques a la vida que impone el actual el régimen capitalista en su versión neoliberal exige un cambio institucional radical. Las respuestas políticas que hay sobre la mesa son múltiples y se mueven en diferentes escalas: la conquista de la arquitectura estatal en su dimensión europea, la constitución de un nuevo Estado en el sur de Europa, la producción de una red de municipalismos por el cambio, la construcción de ecosistemas cooperativos desde los barrios, la reorganización de lo común a partir del conflicto vida-capital. Estas hipótesis en ocasiones se confrontan y en otras son compatibles entre sí, pero conviven en una misma coyuntura que todo el mundo percibe como histórica. 

En este curso queremos pensar todas estas cuestiones a partir de estas preguntas y otras que seamos capaces de formular entre todas: ¿Cómo rebasar las líneas de contención del Estado capitalista? ¿Tomar las instituciones es tomar el Estado? ¿Qué nuevas formas de institucionalidad y de producción del comúnpodemos imaginar y cómo imponerlas? ¿Cuáles ya se están produciendo? ¿Cómo hacerlas escalar?

De Lunes, 6 Junio, 2016 hasta Jueves, 14 Julio, 2016

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PROGRAMA DEL CURSO


1. El Estado y la revolución, hoy | 16 de junio

El Estado ha sido el principio y fin de la izquierda del siglo XX. Tomar el Estado resultaba equivalente a tomar el control de los mandos del cambio social. Sin necesidad de repetir las deficiencias del estadocentrismo de la izquierda y de los repetidos fracasos que desde la revolución bolchevique hasta los procesos de liberación nacional ha venido cosechando la “toma del Estado”, ¿qué podemos recuperar de esta política de «asalto a los cielos» para el siglo XXI? Cualquiera que sea la respuesta tendrá que partir, no obstante, de lo que es el Estado hoy en día: un conjunto de instituciones fragmentadas, cuya unidad y soberanía parece hoy cada vez más precaria ante el ascenso de poderes y formas de organización supra y extraestatales.

 

 

2. Cooperativismo para un gobierno de lo común| 22 de junio

Si la democracia la entendemos como un movimiento para distribuir el poder social, político y económico, deberíamos pensar que no hay justicia e igualdad garantizada, sino que hay procesos de democratización frente a las actuales prácticas de reversión de las conquistas democráticas. Los movimientos populares, las redes producidas desde abajo y las luchas de los sin poder permiten sostener la democracia real, no quien gobierna el Estado. Históricamente, no solo han existido movimientos de resistencia y defensa de los derechos democráticos, sino también movimientos para producir instituciones comunitarias y cooperativas. Las redes de autogobierno, de colectivización de los medios de producción, de cooperativismo en los ámbitos productivos, han sido y son vivos ejemplos que han construido la historia de Barcelona.

La mercantilización y, no hay que olvidarlo, la estatalización, han sido malos compañeros de esas prácticas de producción autónoma gestadas desde comunidades que no solo han defendido, sino que han producido otras institucionalidades públicas posibles. ¿Qué papel toma el cooperativismo frente a los procesos de neoliberalización urbana? ¿Cómo se imbrican las prácticas cooperativas de escala local en una realidad de escala continental?

 

3. La reorganización de lo común a partir del conflicto vida-capital | 30 de junio

Desde la década de 1970, la economía feminista ha realizado críticas a los planteamientos de la economía, tanto a la clásica, como a la socialdemócrata e incluso a la más ortodoxamente marxista. Todas las tareas de reproducción social quedaban  lejos de esos enfoques, no solo por confinar el trabajo de cuidados fuera de los ámbitos productivos, sino por tener una visión limitada  respecto hasta donde debía llegar el brazo social del Estado. Muchas de las críticas al austericidio neoliberal, se siguen lanzando desde el conflicto capital-trabajo. Críticas que olvidan que nuestro sostén  material está directamente relacionado con el conflicto entre la lógica del beneficio y la de la vida, con todas aquellas condiciones y tareas que hacen la vida posible y padecen los ataques de la mercantilización del todo social.

¿Cómo  pensar una arquitectura institucional pública producida a partir del  conflicto capital-vida? ¿Qué papel podrían tomar en esa nueva realidad  institucional experiencias como los espacios colectivos de cuidados? ¿Cómo potenciar prácticas de colectivización de la producción y  la reproducción sin que eso sea una excusa para dejar espacio al mercado? ¿Es posible y deseable un Estado comunal?

 

4. La independencia de Catalunya en un capitalismo ingestionable: ¿Conquistar el Estado para acabar con él? | 7 de julio

El Estado no es un lugar físico –el Parlamento, el Congreso— ni una categoría profesional–los jueces, los políticos–, ni un lugar geográfico –el Estado español, la República Catalana–. Si entendemos el Estado como lo hace Poulantzas, como una cristalización de las relaciones sociales propias del capital que le permite reproducirse de forma ampliada, podremos ir más allá del esclerótico esquema mecánico según el cual la toma del poder precede a la transformación social, y en el caso que nos ocupa, también a la independencia y la soberanía popular.

Hemos de ser conscientes de que las relaciones sociales que definen las funciones del Estado se articulan en diferentes escalas institucionales. Con este marco ¿se puede seguir defendiendo la conquista del Estado? ¿Qué significa ser independiente en la actual fase de reestructuración del capitalismo postcrisis? ¿Qué ha de plantear elProcés para llamarse realmente soberanista aquí y ahora?

 

5. Debate: Más allá del Estado-nación. Entre Europa y el municipalismo| 14 de julio

Lo que está sucediendo en España y Cataluña no es sino una revuelta provincial. Sin negar que existan oligarquías y burguesías nacionales y locales e incluso intereses nacionales, a día de hoy, el gobierno es un gobierno europeo y las instancias de poder económico están localizadas en una escala situada más allá del Estado-nación. Por tanto, no es posible pensar una transformación que implique una reordenación institucional y del poder en el Estado Español o Cataluña, sin confrontar el ordenamiento europeo salido de Maastrich. Una incipiente red de candidaturas municipalistas ha impugnado –por lo menos en términos simbólicos– determinadas políticas europeas como el vergonzoso trato dado a los refugiados o el intento de aprobación en secreto del Tratado de Libre Comercio e Inversión (TTIP).

El reto presente de las llamadas “ciudades del cambio” reside en ser capaces también de proponer nuevas instituciones de producción del común y de redistribución del poder político y económico metropolitano. ¿Cómo pensar desde los municipalismos la transfomación europea en clave verdaderamente democrática? ¿Qué papel tendría el municipio como instancia capaz de proponer nueva institucionalidad superadora de la democracia representativa? ¿Qué posibilidades políticas inaugura esto para un federalismo radical en el continente?