Por Noelia Álvarez Díaz
Es un breve relato que cuestiona el papel de las mujeres como madres-esposas y el lugar que ocupan en el hogar a través de la reescritura de un cuento tradicional que perpetúa estos estereotipos.
Madrid, abril de 2017
Lunes:
Espejito, espejito mágico. Seré la más hermosa del reino pero también la más explotada. El reloj de cuco ha dado las 7 de la mañana. Ha nevado en el bosque. Hay -10 grados y no ha explotado el termómetro de milagro. El sol hace pereza para salir. Las cigüeñas han emigrado y no creo que vuelvan nunca más por aquí (afortunadas ellas) y yo ya estoy levantada.
No me lavo la cara, el agua esta fría. Me peino y me cojo una coleta. Tengo la piel macilenta y los labios cortados. Como estas últimas semanas, me guardo la aguja y la lana en el delantal.
Siete tazas. Siete cucharas. Siete platitos. Siete servilletas. Un litro y tres cuartos de leche entera. 50 gramos de azúcar y 14 cucharadas de cacao. Y mientras estos hijos del patriarcado desayunan sin prisa, yo preparo siete fiambreras, con siete bocadillos, siete plátanos y siete petacas de ron.
En una hora salen, se montan en las quitanieves para hacer transitable el camino. No vuelven hasta el anochecer. Dicen que algún día vendrá un príncipe y me llevará con él a su castillo y me libraré de ellos. Vamos, para qué quejarme, sin duda mejor hacer de cocinera y fregona en 1000 m2.
Tendría todo el tiempo del mundo para mí si no tuviera que hacer siete camas, poner siete lavadoras, preparar siete cenas y limpiar toda la mierda que dejan. Pequeños pero guarros. ¡Capullos! Los enanos estos con los que vivo, los Grimm y los Estudios Disney.
Martes
Estoy negra… también del polvo y del hollín de la chimenea. ¿Para cuándo la estufa de pellet? Me pregunto. Pero los enanos, además de guarros, son tacaños. Así, como el deshollinador de Mary Poppins, trabajando, que no cantando, se me ha pasado la mañana.
A mediodía he salido al porche a ver si cosía un rato y me he topado con un príncipe, que ha venido, con una espada y un libro sobre cómo rescatar princesas en las manos. Quería salvarme de una muerte segura. De mi madrastra, ha dicho. Me río yo de estos. Llegas cuatro días tarde, macho, le he dicho yo. Y le he contado que un viejo con una capa de tela de saco, raída y con barba hasta las rodillas, que yo creía de otro cuento, me trajo una Reineta. Que ver esa fruta tan reluciente me puso en guardia porque como fruta de temporada y no tocan manzanas en esta época. Pensé que esa mujer con ojos de tigresa, nariz de cuervo, risa de hiena y uñas de gata se quería vengar envenenándome por haberle quitado su espejo, no era la primera vez. Esto no me lo como, viejo, le contesté. Cogí la manzana, le di una patada como si de un balón de rugby se tratara y al viejo, sin patada, le mandé por donde había venido. Tengo que ir a buscar la manzana, cuando acabe de coser, no sea que algún animalillo del bosque se la coma.
Miércoles
Los enanos hoy no han ido a trabajar. Han pensado que era mejor seguir metiéndome en la cabeza sus ideas que amontonar nieve l lado del sendero. Son sólo las 11 de la mañana y ya me han puesto la cabeza como un globo a punto de estallar, por lo del príncipe ese.
Sabio: —Era un buen partido, esos roban y no van a la cárcel. Mocoso: —Te vas a quedar sola.
Tímido: — ¿Quién te va a querer?
Feliz: —Tienes que ser más dulce y amable. Dormilón: —Ya estás en edad de casarte.
Gruñón: —Se te va a pasar el arroz. Mudito no ha dicho nada.
Les he mandado a la mierda por no clavarles una aguja de ganchillo y me he ido a mi cuarto a continuar cosiendo.
Jueves
Espejito, espejito mágico. Te voy a hacer una confesión. Llevo semanas planeando una fuga. El viernes me marcho. He preparado una mochila, he cortado los pantalones de tres de los enanos, los he cosido juntos (espero que no me queden cortos) y ya he terminado mi jersey de lana.
Tengo el ánimo agrietado y áspero como las manos. Me duele la espalda y me están empezando a salir varices de estar tanto tiempo de pie. Quiero llevar una vida más cañera y no marchitarme entre cuatro paredes. También me cansa escuchar todos los días tu estúpida frase sobre lo hermosa que soy aunque no te pregunte.
Me voy a preparar la cena. El cuco está dando las 8 y los enanos llegarán con la barriga rugiendo. Les he preparado sopa con valeriana y amapola para que tengan un sueño profundo, más de lo habitual.
Viernes
Hoy el cuco no ha dado las siete. Lo he arrancado de cuajo para asegurarme, a pesar de las hierbas, de que los enanos no se despiertan. Ha llegado tu turno también. No tengo más tiempo. Espero que te rompas en mil pedazos.
Adiós Espejito, espejito mágico… A partir de ahora seré la más libre del reino.
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