La producción: una breve distinción filosófica

Por Moisés García Palacios

El objetivo del presente escrito es intentar establecer una distinción conceptual que nos permita diferenciar con nitidez varios ámbitos de la actividad humana, que han sido reducidos a la mera creación de valor económico como resultado de la colonización ideológica del dogma productivista[1].

Comencemos por lo que cotidianamente se entiende por ‘producción’, esto es, la acción de producir. Según la RAE ‘producir’ es tanto engendrar, como procrear o criar, términos estos en relación con obras de la naturaleza; por otra parte, también se entiende como rentar, redituar interés o beneficio; así como fabricar, elaborar cosas útiles; o crear cosas o servicios con valor económico. Es interesante observar, en nuestra opinión, cómo en la misma definición actual de la producción entran tres significados en principio diferentes: uno relacionado con la naturaleza (reproducción), otro con la fabricación y otro relacionado con el valor económico y el beneficio.

Teniendo en cuenta estos tres significados nos proponemos mostrar, en la medida de lo posible, que aunar los tres significados en una misma noción forma parte de la perversión que ha sufrido la noción de producción (Pérez Orozco, 2014: 195 y ss.).

En este breve estudio vamos a establecer una noción unívoca de la producción: el proceso por el cual aparece en el mundo una entidad nueva mediante una actividad de carácter racional. Por otra parte, consideraremos la reproducción como aquel proceso por el cual se genera una nueva entidad según los principios naturales. Y, por último, suponemos la aparición del valor económico (valor de cambio) como un proceso de creación. Entendemos, por lo tanto, que hay tres formas diferentes de hacer aparecer una entidad nueva: producir, generar y crear.

Producir es un proceso en el que un agente mediante su actividad práctica hace aparecer una entidad nueva en el mundo. A esta actividad Aristóteles la llamó poíesis [ποíησιζ][2]. Ahora bien, para comprender el sentido originario de la producción es necesario exponerlo junto a la generación[3]. Tanto la poíesis como la génesis hacen aparecer entidades nuevas al mundo, no obstante, mientras que en el proceso generativo hay un principio inmanente que guía el proceso, en la poíesis hay un principio extrínseco que surge de la mente de la agente productora y mediante unas ciertas reglas racionales (téchnē [τέχνη]) elabora lo ideado previamente. Con otras palabras, en la génesis el proceso está determinado por la propia naturaleza (la gestación del embrión, la formación de la nube o la estrella, la aparición de la flor), mientras que en la poíesis el proceso está determinado por las habilidades y reglas racionales que han de permitir que la idea previa  llegue a su fin, que concluya en el producto terminado (la carpintera primero idea una mesa que mediante el corte, el lijado y el ensamblado concluye en una mesa material). El producto terminado es la verdad del proceso productivo, la objetivación de la subjetividad productora, la idea hecha realidad[4].

Supuesto esto, hemos de apuntar que pese a sus diferencias generación y producción se fundamentan en la vida, la buena vida. Si entendemos la generación como un modo de actividad, ésta estaría íntimamente vinculada a la vida y a su conservación[5]. De esta suerte, podemos comprender con facilidad la distinción que estableció Hanna Arendt (1993) entre labor y trabajo. Para la pensadora alemana la labor estaría relacionada con lo que hemos llamado generación, la actividad cuya finalidad última es la vida y su cuidado, la actividad que permite que algo venga al mundo, que crezca y se desarrolle, y desaparezca dignamente. Labor y generación atañen al cuidado de los campos y al recolectar, así como a la crianza y a la limpieza, o al arte culinario y la medicina. Podemos afirmar que la generación tiene su propia téchnē.  

Entonces, si la producción y la generación tienen como finalidad última la vida y unas ciertas reglas racionales que guían la actividad, cabe concluir que la diferencia entre estas dos actividades fundamentales radica en el fin de la actividad, en el producto (que es el resultado de la producción y que debe tener un carácter estable). Es la herramienta: el arado que permanece siembra tras siembra, la olla que aguanta cocción tras cocción, la sierra que corta la madera, etc. La producción ─el trabajo según H. Arendt─ debe crear productos que ayuden en la tarea cíclica de la generación o labor, debe estar al servicio de la vida: se produce para vivir.  

Una vez expuesta la noción de generación y producción concluiremos con la de creación, que es la noción que coincide con el discurso productivista. En este sistema económico el valor económico se crea, es decir, no tiene en cuenta la materia prima[6] desde la que se generan y producen las entidades naturales o artificiales. La creación es desde la nada[7], pues la actividad económica utiliza la producción y la generación para crear valor (plusvalor) sin tener en consideración el fundamento último de la vida. De ahí la grave crisis ecológica en la que nos hallamos: crecimiento ilimitado de valor explotando la base material viva finita. Lo muerto succionando a lo vivo, invirtiendo la relación de fundamentalidad, fetichizando lo superfluo, situando en el centro la ambición y la codicia.

 

 

Actividad

Proceso

Origen

Finalidad

Fundamento

Temporalidad

Generación

labor

naturaleza

materia prima limitada

 

conservar y cuidar la vida

la vida misma

cíclica

Producción

trabajo

artificial

materia prima limitada

producto terminado que ayude a la vida

al servicio de la vida

lineal, concluye con el producto

Creación

valor

abstracto

desde la nada

 

beneficio individual

lo muerto

ilimitada, sin límites ni ecológicos ni sociales

Esquema 1: Resumen.

 

Conclusión

Si bien en la actualidad se entiende por producción diferentes ámbitos de la actividad humana, quedan al final todos reducidos a la creación de valor y el beneficio. Sin embargo, es posible establecer unas distinciones conceptuales (generación, producción, creación) que puedan guiarnos tanto en la crítica al productivismo como en la tarea decrecentista al postcapitalismo.

 

Bibliografía

ARENDT, Hannah. (1993). La condición humana. Intr.: Manuel Cruz. Trad.: Ramón Gil Novales. Barcelona: Paidós.

ARISTÓTELES. (2000). Metafísica. Intr., trad. y notas: Tomás Calvo Martínez. Madrid: Gredos.

DUSSEL, Enrique. (1990). El último Marx (1863-1882) y la liberación latinoamericana: un comentario a la tercera y a la cuarta redacción de “El capital”. México D.F.: Siglo XXI.

MARX, Karl. (2000).  El capital: crítica de la economía política. 3 libros. 2ª ed. Trad.: Vicente Romano García. Madrid: Akal.  

NAREDO, José Manuel (2010). Raíces económicas del deterioro ecológico y social: más allá de los dogmas. 2ª ed. Madrid, Siglo XXI.

─ (2015). La economía en evolución: historia y perspectivas de las categorías básicas del pensamiento económico. 4ª ed. Madrid: Siglo XXI.

PÉREZ OROZCO, Amaia. (2014). Subversión feminista de la economía: aportes para un debate sobre el conflicto capital-vida. Traficantes de Sueños, Madrid.

Real Academia Española. (2001). Diccionario de la lengua española (22.a ed.). Espasa Calpe: Madrid.

 

[1] Por productivismo entendemos una forma de producción basada en el crecimiento cuyo único objetivo real no es la producción de bienes sino la constante expansión y valorización del plusvalor, de tal suerte que se puede afirmar que el productivismo es la producción por la producción misma. En maridaje con esta noción de producción está la de trabajo, en tanto que dispositivo elemental de producción. (Cf. Naredo, 2010, 2015; Pérez Orozco, 2014)

[2] Aristóteles en la Metafísica dividió el conocimiento discursivo en theoría, praxis y poíesis (2000, libro E, cap. I; libro K, cap. VII), a saber, conocimiento contemplativo, ético-político y conocimiento productivo.

[3] Por las razones que estamos exponiendo preferimos utilizar el término ‘generación’ que ‘reproducción’ al creer que este último está cargado ideológicamente por el dogma productivista hetero-patriarcal. ‘Generación’ deriva del término griego ‘génesis’ [γένεσις], y está relacionado con la naturaleza (natura, nāscor: ‘nacer’, ‘provenir’, ‘salir’, ‘surgir’, ‘brotar’), la vida y su cuidado.

[4] Este aspecto puede verse en Marx cuando lo explica en El capital: «Pero lo que distingue al peor arquitecto de la mejor abeja es que ha construido la celdilla en su cerebro antes de construirla en cera» (2000, l. I, t. I, cap. V: 242).  

[5] En tradiciones como la china emplean el término Yǎngshēng [] para referirse al cultivo de la vida, a la crianza de lxs niñxs, al modo como se cuida una planta para que crezca sana. Éste debería ser el objetivo último de la generación y la producción.

[6] El término ‘materia’ deriva de ‘māter’ (madre), y la madre es el origen de lo que nace, el origen vivo de lo nacido. Por tanto, generación y producción parten de lo vivo en su proceso de alumbramiento de algo nuevo.

[7] En Marx es significativa la distinción entre «producción» [Produktion] en el sentido poiético del trabajo, es decir, que parte de una materia prima que transforma; y «creación» [Schöpfung] que es creación desde la nada, el plusvalor, por lo tanto, no se produce (según la lógica inmanente de la poiética) sino que se crea desde la nada (según una lógica trascendente de creación divina, creatio ex nihilo). (Cf. Dussel, 1990: 352-359).

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