Por Juli Antoni Aguado Hernández
Introducción
Quisiera compartir unas reflexiones fruto de un estudio, aún en fase inicial, que se está desarrollando desde el Departamento de Sociología y Antropología Social de la Universitat de València, sobre la evolución del antimilitarismo en el siglo XXI en el estado español.
El antimilitarista, y pacifista en un sentido amplio, es un movimiento indispensable para entender la realidad política y social del estado español. Sus principales hitos desde la Transición son la campaña anti-OTAN de los años 80, el movimiento de la insumisión de los años 90 y las multitudinarias movilizaciones contra la Guerra de Iraq de 2003. Pero, a partir de estas protestas no existe un estudio serio sobre dicho movimiento.
En su faceta amplia, política e ideológica, el «pacifismo» se articula a través de un movimiento de rechazo sistemático a las guerras —antibelicismo—, a su naturaleza, a la institución encargada de realizarlas —antimilitarismo—, a sus preparativos —su causa inmediata o directa. Desafía el monopolio del poder y la legitimidad militar, las distintas expresiones del militarismo y los ejércitos —no sólo a su faceta belicista— y practica la no colaboración y la desobediencia civil frente a éstas, incluida la no colaboración con el servicio militar obligatorio, del cual pretende su supresión. Exige, por lo tanto, un cambio radical en el ámbito de las relaciones sociales, económicas, militares y geopolíticas.
El texto pretende mostrar cuáles son los principales cambios que se dan en este movimiento en los dos últimos decenios, qué legados se recogen de las postreras décadas del siglo XX y qué rupturas o cambios de estrategia se producen. A partir de ello, se persigue responder a la cuestión de cómo contribuye a explicar los cambios recientes en la acción colectiva y los movimientos sociales en España.
Ciclos de protesta y líneas de acción
Para abordar estos objetivos se ha buscado una perspectiva diacrónica o longitudinal que aporte luz sobre las dinámicas temporales de los procesos de movilización y de los actores colectivos que los impulsan y difunden. Para ello se analizan los acontecimientos de protesta incluyéndolos en los diferentes ciclos de movilización de las últimas dos décadas en el estado español:
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Ciclo 2000-2004: el fin de la mili, la «crisis» del antimilitarismo, el movimiento alterglobal y las movilizaciones contra la Guerra de Iraq
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Ciclo 2005-2008: pre-crisis, «especialización» del pacifismo-antimilitarismo
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Ciclo 2008-2015: antiausteridad, 15M y transmisión de herramientas noviolentas
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Ciclo 2016-2022: movilización emergente y COVID-19
Por otra parte, el pacifismo se compone de redes en las que, pese a la identidad común y a considerarse parte del mismo movimiento, pueden identificarse grupos u organizaciones entre los cuales no siempre existen relaciones de cooperación e intercambio, ni tienen activistas compartidos. No existe un «sentimiento de movimiento». Esto da lugar a una «especialización» de las agrupaciones y plataformas en líneas de acción y campañas diferenciadas que pueden resumirse en dos principales:
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una red «fundamental», formada por grupos de convicciones radicales en cuanto innegociabilidad de la noviolencia que propugnan, por ejemplo, la desaparición de los ejércitos permanentes; y
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otro entramado «instrumental», que se moviliza contra algunas instituciones militares y conflictos o guerras en ciertas circunstancias y contextos.
Atendiendo a esta diversificación de las temáticas, el trabajo se centra en los ejes de acción prevalecientes en cada ciclo de protesta, que pueden clasificarse en tres grandes ámbitos detallados en la tabla adjunta: desmilitarización, desarme y fomento de la paz y la noviolencia.
Evolución
El movimiento por la paz ha vivido tiempos mejores. Las críticas al militarismo y a las Fuerzas Armadas ya no despiertan el interés de los medios de comunicación, excepto ocasionalmente con alguna acción directa noviolenta o una movilización internacional. Pero, aunque los movimientos que plantean cambios muy globales despiertan simpatías y cierta complicidad de muchos sectores, a la hora de tomar decisiones críticas que cuestionan el desarrollo económico o el modo de vida se tiende al conservadurismo.
Siguiendo los ejes de actuación en los diferentes ciclos, se observan diferentes legados y cambios de estrategia.
En el período 2000-2004, tras el fin de la mili, el antimilitarismo pasa por un momento de «crisis» y se vuelve más «discreto», con una diversificación y fraccionamiento de propuestas, destacando las relacionadas con los conflictos bélicos, la objeción científica y la creación centros y fundaciones de estudios e institutos universitarios. No obstante, mantiene una red colectivos y personas tejida durante tres décadas, y tiene un importante relieve en el movimiento contra la globalización neoliberal, aportando una visión antiguerra en clave pacifista, traspaso de militantes y «cajas de herramientas» desobedientes, especialmente durante las masivas movilizaciones contra la Guerra de Iraq, un punto de convergencia de la red pacifista-antimilitarista que vuelve a hacerla muy visible y pone de manifiesto que su inactividad es sólo aparente.
Durante el ciclo pre-crisis (2005-2008), como herencia de las movilizaciones anteriores —insumisión, guerra de Iraq—, existe de un significativo entramado de organizaciones que se «especializan» en una amplia variedad de actuaciones. Confluyen con ONG en las plataformas contra las guerras y campañas por el desarme, y colaboran con el altermundismo en diversas manifestaciones. En el ámbito propio, se incrementa significativamente el número de objetores fiscales y la línea pro-desarme está muy activa.
Durante las protestas antiausteridad (2008-2015) el movimiento pasa por un período de latencia en el que prevalece la difusión de propuestas y la trasmisión de experiencia y saberes, como las herramientas noviolentas y desobedientes, en las que profundiza y practica ampliamente el 15M. En su espacio propio, no se consiguen grandes movilizaciones antiguerra, pero destacan «Desmilitaricemos la educación» y la campaña «Banca armada»,
En el ciclo 2016-2022, aunque el antimilitarismo pasa por horas bajas, se enfoca preferentemente a denunciar la opacidad en la venta de armas y el incremento del presupuesto de Defensa. La guerra de Ucrania no consigue movilizar a la población desde un punto de vista pacifista, aunque se da cierto debate social sobre el envío de armas y son importantes la lucha contra la militarización de las fronteras y contra las ferias de armamento. Igualmente, ha sido bastante activa la lucha contra las visitas de «barcos de la muerte».
Contribuciones a las transformaciones recientes de la acción colectiva
Por otra parte, pueden observarse las contribuciones del antimilitarismo a las transformaciones recientes de la acción colectiva en el estado español desde tres perspectivas:
1) Colaboración entre organizaciones y movimientos y traspaso de militancia entre ellos. Desde el inicio del período, a partir de las conexiones hiladas durante décadas, el pacifismo continúa la cooperación con otros colectivos y movimientos con orientaciones «complementarias», de solidaridad, internacionalismo, defensa de los DDHH y con las ONG, en las plataformas contra las guerras y campañas por el desarme. Igualmente, colaboran con el altermundismo y los Foros Sociales en múltiples manifestaciones y actuaciones coordinadas a nivel internacional. Incluso existe un proceso de traslado de militantes, o de plurimilitancias, en el alterglobalismo y en las protestas antiausteridad, mediante el aparcamiento temporal de las adhesiones específicas para sumarse a un movimiento más vasto.
2) Trasmisión de algunas de sus señas básicas de identidad, como la noviolencia, la desobediencia civil y el asamblearismo. En la etapa 2000-2004, el antimilitarismo tiene un importante relieve en el movimiento alterglobal por su tradición de conflicto social, aportando una visión antiguerra en clave pacifista y «cajas de herramientas» desobedientes, especialmente durante las masivas movilizaciones contra la Guerra de Iraq. Estos «efectos de derrame» se siguen dando en el ciclo pre-crisis y, durante las protestas antiausteridad continúa la trasmisión de experiencia y saberes cuando el 15M interioriza las lógicas de las herramientas noviolentas desobedientes y el asamblearísmo, en las que profundiza y practica ampliamente. Repertorios mucho más legitimados y practicados hoy, entre otros, por el independentismo catalán. Mediante la demostración práctica de las potencialidades de la acción directa noviolenta y la desobediencia civil, han creado condiciones de acción colectiva para otros que han venido detrás.
3) «Contaminación» de la perspectiva antimilitarista. También se aporta parte de sus marcos de significación al altermundismo en la visión antibelicista en clave pacifista, cuestionando la guerra como mecanismo válido para resolver conflictos, la desmilitarización de la vida cotidiana, etc.; vinculando posteriormente las cuestiones pacifistas con las de desarrollo, medioambientales, de DDHH, etc.; e introduciendo el marco de «relaciones internacionales justas» en el 15M. De hecho, actualmente, aunque son pocos, existen ciertos movimientos emancipatorios que incorporan el prisma de cultura de paz en sus agendas, acciones y discursos, como algunas de las luchas antirracistas, feministas, ecologistas, de solidaridad internacional, de cooperación y de justicia global.
En definitiva, puede afirmarse que el pacifismo, en sus vertientes instrumental —antibelicismo, pacifismo institucionalizado— o fundamental —antimilitarismo—, sigue dando muestras de vida, con un trabajo diversificado y variedad de iniciativas y protestas, aportando discursos, alternativas y herramientas desobedientes para la transformación hacia la desmilitarización y la paz.