Rai Crespí: “La violencia más grave es la desconexión del sí mismo”

Por Mercè Margalef Simó

Rai Crespí se acerca al conocimiento de las masculinidades para iniciar un camino de encuentro y autoconocimiento personal. El interés por el trabajo con hombres que han ejercido algún tipo de violencia machista le hace cuestionarse y reconciliarse con su propia masculinidad. Esto le lleva a defender un trabajo de autoconocimiento terapéutico profundo y pausado como fórmula para combatir las masculinidades tradicionales y luchar contra el sistema patriarcal.

No se considera activista del colectivo nuevas masculinidades, aunque valora la importancia de los movimientos sociales. Dice que se puede ser varón feminista, pero prefiere ser aliado del feminismo.

Antropólogo de formación, terapeuta gestáltico y corporal integrativo de profesión, ha trabajado en distintos proyectos realizando talleres de prevención de relaciones abusivas y violencia de género. Explica las distintas formas de trabajar desde lo público y lo privado y la compresión del funcionamiento masculino y la violencia en la relación desde una perspectiva teórica de la psicología humanista. Actualmente su interés principal es el ser humano y la compresión del mismo en toda su globalidad y complejidad. Disfruta trabajando con grupos de hombres que buscan un espacio para el autoconocimiento y el tema del género le interesa siempre que repercuta de alguna forma en el malestar de las personas.

¿Qué son las nuevas masculinidades para ti?

Yo me siento más cómodo utilizando el término masculinidades alternativas, ya que me resulta más amplio y con una connotación menos soberbia. Nuevas masculinidades me hace pensar en “los nuevos hombres, los hombres buenos!”.

¿Entonces rectifico, qué son para ti las masculinidades alternativas?

Es el nombre que se ha dado o se han adjudicado algunos hombres para posicionarse en contra de esta masculinidad tradicional, hegemónica, estereotipada del hombre, entonces es un intento de dar un nuevo lugar o de resignificar la masculinidad integrando sobre todo estos aspectos considerados femeninos… sobretodo el tema del cuidado, la atención, la vulnerabilidad. Por una parte integrando estos aspectos a nivel mas interno y también por otra parte a nivel externo, unas masculinidades que se posicionan como aliadas del feminismo en sus luchas y en su crítica buscando la igualdad real.

Durante un tiempo estuviste trabajando con hombres en medidas penales alternativas, ¿cómo trabajabas con ellos?

Sí, trabajé con una entidad llevando grupos de hombres con delitos de violencia de género considerados no lo suficientemente graves como para que entrasen directamente a prisión. Trabajábamos durante tres meses y nos basábamos en un trabajo psicoeducativo bastante marcado. En casi todos los planes de trabajo con personas que han ejercido violencia yo diría que hay unos aspectos principales a trabajar: la auto-responsabilización, la toma de consciencia y la propia historia de vida.

Muchos hombres venían a estos programas sintiéndose victimas de… “yo hice algo pero porque la otra me hizo mucho más”. Un punto importante para poder trabajar lo que te está pasando realmente es poder hacerte cargo de lo sucedido, es decir: “bueno esto es lo que yo hice” y asumir la responsabilidad, quiere decir, no encontrar la causa en lo que hizo el otro. Este es un buen punto de partida para empezar a trabajar. Si yo no asumo esta responsabilidad tampoco puedo asumir el potencial de cambio.

¿Y después del primer paso?

Una vez se asume la responsabilidad, se puede iniciar el trabajo con las creencias de género y los marcos distorsionados que generan estas creencias. Aquí entraría todo el tema de las creencias patriarcales donde el hombre debe cumplir una función y la mujer otra, y el hombre tiene derecho a y la mujer la obligación de. El marco referencial de creencias que luego legitima la violencia. También se trabajan creencias acerca de qué es ser hombre y qué es ser mujer, creencias acerca de la relación entre hombres y mujeres, sobre qué es el amor y qué no es el amor y creencias en relación a qué es la violencia.

Normalmente se entiende la violencia como aquella que se representa en el pico más alto del iceberg, y no se tiene en cuenta la violencia que no es física pero que también existe. En el trabajo que se hace con hombres se busca visibilizar todo lo que en la imagen del iceberg queda cubierto por el agua. Yo lo llamaría así como un trabajo de toma de consciencia de la problemática y aquí entra en juego el pensar y tomar consciencia de cómo he aprendido a gestionar mi relación con el otro y conmigo mismo, a gestionar los conflictos, mis emociones y darme cuenta de que forma me comunico conmigo y con el otro.

Quedaría el trabajo con la propia historia de vida, ¿no?

Hay un punto de inflexión, a veces, cuando la persona puede explorar la historia de su vida y se da cuenta de que también ha sido receptor en algún momento de algún tipo de abuso y/o violencia, desde este punto se hace más fácil el puente empático con el otro. Cuando yo estoy en contacto con mi vulnerabilidad o mi fragilidad es más fácil ver a la otra persona. Si estoy en una coraza, en una rigidez, estoy muy poco conectado con mi afecto, entonces la fragilidad del otro me es incomoda o no sé cómo gestionarla.

Yo diría que la violencia del hombre hacia la mujer, en el marco de la pareja, no tiene que ver solamente con una cosa, sino que es multifactorial. No todos los hombres ejercen violencia por la misma razón. Desde el feminismo se dice que es para ejercer un poder y un control y porque hay unas creencias en que yo como hombre tengo que ejercer violencia ante algo que intenta tomar un lugar, y esto no siempre es así. Hay hombres que tienen ideas claramente machistas con las que fundamentan el ejercicio de esta violencia, pero existen otros hombres que tienen discursos de bastante paridad y sin embargo tienen una dificultad para gestionar la frustración, la exigencia, el malestar y desde ese punto sale la violencia.

¿Esta dificultad podría estar relacionada con la influencia que tiene el patriarcado sobre los hombres?

Sí claro. Entendiendo el patriarcado como la socialización que reciben los hombres y las mujeres donde no se promociona un espacio de escucha interna, atenta, amorosa, comprensiva, sin juicio, sino que se busca ser alguien, el más fuerte, el mejor, estar allí arriba… y en esta cima hay poco espacio para la fragilidad o la ternura. Desde este lugar los hombres también pueden recibir mucha violencia, claro, distinta a la que reciben las mujeres. En cualquier caso y en términos generales, la violencia que pienso que es más grave es la desconexión del si mismo. Existe mucha desconexión con las necesidades personales, muy poco conocimiento de lo que a uno le está pasando, cuáles son sus emociones y cómo se puede cuidar.

Por esta razón es tan importante para los hombres poder trascender a una segunda fase una vez se han cuestionado los roles de género, estereotipos, privilegios, abusos, micromachismos etc., que tiene que ver con asumir todo esto para poder ver al hombre en su humanidad. Es decir, reconciliarme con mi ser hombre para poder redignificarlo al tiempo que no dejo de ser consciente y cuestionar la posición de poder y privilegio que me ha sido otorgado.

Actualmente trabajas llevando grupos terapéuticos de hombres en el espacio de Terapia Corporal Integrativa (TCI) de Barcelona. A grandes rasgos, ¿qué intereses tienen los hombres para acudir al grupo de hombres?

En general detecto dos motivaciones principales. Los hombres que se han visto metidos en el modelo patriarcal, en el sentido de la exigencia, del estar arriba, del tener que cumplir con este rol más masculino que te dice que tu eres el pilar. Entonces buscan reconectar un poco con un aspecto de escucha real interna.

Por otra lado, vienen al grupo un conjunto de hombres más identificados con el mundo de la madre y de la mujer, mucho más seductores, menos definidos, como más blandos, en el sentido de menos comprometidos con sigo mismos, menos ser adultos, tomar sus propias decisiones, asumir compromisos, dificultades para entregarse en la pareja, muy de pica flor. Hombres que han sentido que de alguna manera su vivencia de ser hombre ha sido tocada por esta mala imagen del hombre en el sistema patriarcal, entonces han querido adoptar roles considerados mas femeninos. Son hombres que por ejemplo, les cuesta enfadarse, poner límites, salir al mundo, concretar, comprometerse con el otro y consigo mismos, renunciar a aspectos mas infantiles, etc. De algún modo lo que buscan es reempoderarse en el hombre adulto.

Es verdad que yo trabajo con hombres que se consideran hombres y que dentro del considerarse hombres sienten ciertas problemáticas. Yo sé que esto es discriminatorio, y lo asumo. Los grupos que llevo no son grupos dirigidos a heterosexuales, pero el 95% de los hombres se declara oficialmente heterosexual, luego el 95% de ellos ha tenido prácticas o relaciones no heterosexuales, pero no lo limito. Cuando hablamos de la sexualidad intentamos abrirlo de una manera amplia al objeto de deseo de cada uno. Pero luego existen otros grupos que son exclusivamente para hombres homosexuales y, ¿esto es discriminatorio? Sí, claro! Está bien que a veces se pueda discriminar un poco, ¿no? Porque tal vez si quiero trabajar ciertos aspectos pues está bien que exista un espacio en el que me pueda sentir seguro para hacerlo.

¿Piensas que son necesarios los movimientos activistas en el colectivo de las nuevas masculinidades para conseguir una trasformación social?

Sí. A pesar de que estoy más posicionado en un trabajo psicoterapéutico, yo creo que es necesario porque es una manera de llegar a la población y de confrontarla.

El cambio des de la terapia es un cambio lento, más gradual, más abierto. Son complementarios ambos procesos y necesarios.

¿Qué puede aprender el colectivo de las nuevas masculinidades de otros colectivos como los feminismos, los transexuales y queer?

Creo que la identidad masculina se crea en relación a las otras identidades, entonces con la confluencia de identidades se puede crear un espacio interesante que nos sirva de espejo a los hombres para desarrollar diálogos que nos lleven al propio cuestionamiento. El colectivo transexual y queer es muy provocador y como hombres es muy interesantes dejarnos tocar por ellos. Necesitamos que alguien nos lo ponga en la cara y nos diga: “Ei! está esto!, ¿tu que tal tu con esto?, ¿cómo te llevas con esto?”. Esto nos obliga a revisar el lenguaje que usamos, a revisar lo que decimos, a revisar nuestras prácticas, revisar como miramos y abrirnos a nuevas posibilidades, y cuando te abres a nuevas posibilidades te puedes preguntar: ¿cómo es?, ¿cómo me sienta? y ¿qué me pasa?

En base a tu experiencia profesional en el ámbito de la administración pública, ¿qué criticas tienes al respecto de las políticas sociales que se están desarrollando en relación a la equidad de género?

La inexistencia de un trabajo más continuado. Algo que nos encontrábamos era que nosotros íbamos a hacer un taller de 2h/4h a las escuelas y/o institutos y esto se quedaba allí. Actualmente se esta intentando hacer proyectos trasversales, que sean las instituciones de base que se formen en esta perspectiva y puedan hacer de este modo, un acompañamiento más continuado.

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