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Por Tania Hermida
Cristales rotos y quemados por la luz
sangran entre las piernas virginales
de una niña
que desearía estar llorando
por las penurias del mundo.
No sabe su nombre y tiene cumplidos
demasiados años.
Ni tiempo para pulsiones dejan
sus credos, sus dedos
no se cuentan mas que impares.
Se ha perdido un colgante en la arena
Y tu cuello está vacío.
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