Binarismo, interseccionalidad y feminismo

Por Transversa Asociación

Hablar de binarismo desde el feminismo supone, como mínimo, replantearse cuál debe ser su sujeto político. Es por eso por lo que puede resultar conflictivo. En ocasiones porque nuestra mentalidad binaria nos impide reconfigurar la perspectiva con la que estamos acostumbradas1 a cuestionar la realidad, en otras ocasiones porque cuestionar el sujeto político del feminismo implica deconstruir posiciones hegemónicas privilegiadas, desde las que muchas veces se produce feminismo. No obstante, esto no supone un reproche per se al feminismo, en tanto que productor de conocimiento, puesto que el feminismo nace dentro de un sistema patriarcal que construye la realidad de manera polarizada, esto es, bajo la premisa de otredad. Es decir, el ser mujer o pertenecer a la categoría mujer se entiende por oposición al ser hombre o pertenecer a la categoría hombre. Dentro de este esquema, siendo las mujeres las que están en una posición de subalternidad, tomar conciencia de la opresión ha requerido un gran esfuerzo para cuestionar la realidad que nos ha dejado parte del camino hecho pero que, no obstante, tanto esa toma de conciencia como la producción del conocimiento que ha conllevado, se han construido utilizando las herramientas disponibles del sistema patriarcal, generando todo un cuerpo teórico dentro de una ideología binarista.

Cuando aquí hablamos de ideología binaria no nos referimos en exclusiva al binomio mujer-hombre, sino que hacemos referencia a cómo toda nuestra estructura de pensamiento se cimenta sobre esquemas binarios que tienen sentido dentro de una construcción de la realidad, al menos en occidente, en la cual aprendemos qué es algo por oposición a lo que no es. Por ejemplo, con conceptos como blanca-negra, rica-pobre, capacitada-(dis)capacitada, etc. Otro ejemplo lo encontramos cuando se quiso hacer frente al estigma de las personas no heterosexuales en tanto que personas enfermas (sodomitas). En este caso, se construyó la categoría homosexual. Asimismo, cuando se visibilizaron otras vivencias que no podían definirse en base a este modelo, creamos la categoría bisexual, tomando la antigua (hetero) y la nueva categoría (homo) como referencias, cuando hubiese sido una excelente oportunidad para cuestionar la heteronormatividad en lugar de seguir creando categorías que se definen en oposición a la heterosexualidad, otorgándole a esta una posición central. Lo cierto es que es muy complicado pensar el mundo fuera de las herramientas binarias, que son las que tenemos, pero tomando estas herramientas podríamos crear, en lugar de categorías, “no categorías” desde las que no obviar la realidad binaria, esto es, en vez de hablar de heterosexuales y homosexuales podríamos referirnos a heterosexuales y no heterosexuales. Sigue siendo una categoría en oposición a otra, pero esta no queda descrita, solo niega corresponderse con la opción hegemónica, no implicando adoptar en la medida de lo posible los modelos normativos (matrimonio en el caso homosexual) para pasar por “normal” con el fin de adquirir aceptación social y no desestructurar el sistema heteropatriarcal2, por suponer más que un cambio social, un reajuste que le permite sobrevivir, habiéndose hecho más fuerte en el intento.

Que el feminismo se haya producido dentro de la realidad binaria implica que cuestionar esta realidad nos llevaría necesariamente a redefinir cuestiones que -en occidente- se han configurado como pilares del feminismo, como son el sujeto político, la violencia de género o el patriarcado. No obstante, ya desde sus inicios se alzaron las voces disidentes de aquellas mujeres que, por no configurarse como el modelo convencional de mujer por el que luchaba el feminismo, quedaron relegadas en los márgenes del mismo, proclamando que, desde sus contextos, el patriarcado y las violencias adquirían distintas formas. Este es el caso de Sojourner Truth, preguntando a una audiencia, eminentemente blanca, si acaso ella no era una mujer. Porque como Ángela Davis pone de manifiesto en “Mujeres, raza y clase”:

El sistema esclavista definía a las personas negras como bienes muebles. En tanto que las mujeres, no menos que los hombres, eran consideradas unidades de fuerza de trabajo económicamente rentables, para los propietarios de esclavos ellas también podrían haber estado desprovistas de género.

Estos hechos nos sirven para ejemplificar cómo el reiterado uso de estas categorías binarias por parte del feminismo, creadas dentro de un sistema patriarcal, han dejado fuera de la lucha, sujetos no hegemónicos o que no encajaban en los elementos que definen a dichas categorías, más aun, negando o ignorando cualquier realidad que no se ajustara a la suya. No es hasta la historia más reciente que encontramos una respuesta a este feminismo hegemónico con el concepto de interseccionalidad, aceptando que cada individuo es único e irrepetible y que en cada vivencia confluyen un conjunto de circunstancias que impiden definirnos sin atender a la diversidad. Estas circunstancias no son banales, sino que están impregnadas de significado social y, por tanto, determinan la posición de cada individuo dentro de un sistema de privilegios.

La interseccionalidad es, precisamente, una de las mejores bazas que tenemos para entender que no existe una verdad binaria, porque nos pone frente a una realidad que nos muestra la complejidad de los individuos, entendiendo que no somos reductibles a una única categoría o que, incluso, la categoría que se utiliza para definirnos, desde el binomio, hombre o mujer, son etiquetas que no abarcan la realidad que habitamos en tanto que nos atraviesan diversas categorías. Por ejemplo, en el caso de las mujeres lesbianas, Monique Wittig cuestionaba si realmente podrían ser definidas desde la categoría mujer. O como citábamos más arriba, la deshumanización deliberada de las personas negras durante la esclavitud estadounidense excluía de la categoría mujer a las mujeres negras e incluso de la categoría humana. Sirva para ilustrar, este último ejemplo, que la ideología binarista va más allá del binomio hombre-mujer aplicando su misma lógica en este caso al binomio humano-no humano.

La realidad trans es otro indicador de que la complejidad humana es lo suficientemente diversa como para definirla desde un modelo de categorías opuestas. Por un lado, evidencia que la asignación de género en el nacimiento no tiene tanto sentido -dentro de este espectro complejo del que hablamos- como intereses para seguir manteniendo el status quo, esto es, el sistema heteropatriarcal. Por otro lado, el abanico de posibilidades desde las que definir una identidad propia, una vez se ha salido del armario -abanico en el cual el tránsito clínico de un género a otro, es solo una de estas posibilidades--, evidencia además que la problemática del genero va más allá de su asignación en el nacimiento, sino que poner la noción de género en el centro de la identidad nos construye externamente sin permitirnos conocer nuestra individualidad y facilitando al sistema heteropatriarcal el tipo de individuos que necesita, pautables, obedientes y temerosas -de ellas mismas y del resto-, piezas perfectas para su engranaje.

En conclusión, la perspectiva binarista es una fórmula obsoleta para seguir abordando la realidad y, por tanto, para que el feminismo avance. Se hace necesario repensar cuestiones estructurales de los feminismos como el sujeto político, el sistema patriarcal y las violencias. Porque, aun a día de hoy, si echamos un vistazo a quiénes son las que siguen produciendo teoría de manera mayoritaria, a quiénes se les da cobertura mediática, a quiénes se les cede espacios desde las instituciones públicas y que se afirman como representantes de un único feminismo (Ana de Miguel, Alicia Miyares, Nuria Varela…)3, vemos como se sigue defendiendo un feminismo euroblanco hegemónico que sólo reconoce a un tipo de mujer en el que, desde luego, muchas no nos vemos representadas y que se corresponde más con los intereses de la clase política. Un ejemplo lo tenemos en cómo la denominada Ley Orgánica de Medidas de Protección Integral contra la Violencia de Género, deja demasiados flecos sueltos como para creer que se ajusta a la realidad y las necesidades de la mayoría de quienes la sufren, como es el caso de las mujeres que están dentro de una relación no hetero o las que sufren violencia callejera, etc.

Otra cuestión es que abordar el sistema en tanto que binario, sin tener en cuenta la perspectiva de la interseccionalidad nos puede hacer caer, una vez más, en la producción de discursos racistas. Pues reducir la problemática de la categorización por opuestos a la construcción de la identidad de género, o a la definición del sujeto político del feminismo, nos dejaría atrapadas en el escalón del privilegio blanco.

Finalmente, un abordaje de la realidad desde una mirada caleidoscópica (como proponía Dau García Dauder), más que binarista, se ajustaría más a la realidad de la complejidad humana y sería más capaz de dar respuestas a las necesidades de quienes sufrimos la opresión del sistema heteropatriarcal.

 

  1. Hemos optado por expresarnos en femenino como lenguaje inclusivo por referirnos con ello a todas las personas. Si bien hemos desechado otras opciones, como el uso de la letra x, es porque esta puede entorpecer la lectura cuando se requiere un dispositivo, como en el caso de las personas ciegas; por otro lado el uso de la letra e nos parece que puede dificultar la lectura para quienes no estén muy familiarizadas con su uso y la temática del texto ya nos resulta bastante compleja; tal y como cobrará sentido a lo largo de su lectura, la opción admitidas por la RAE, el uso del masculino y el femenino, nos parece un recurso binarista no muy apropiado en este contexto.

  2. Utilizamos el término heteropatriarcado, por considerar que el concepto de patriarcado se queda pequeño para tener en cuenta la complejidad de la realidad a la que se refiere el texto. A nuestro parecer se podría utilizar indistintamente cispatriarcado, puesto que la cisnormatividad, así como la heteronormatividad, se construyen y soportan la una sobre la otra.

  3. Tanto Ana de Miguel como Nuria Varela y Alicia Miyares, imparten ponencias para la Escuela de Pensamiento Feminista de la Concejalía de Igualdad en el Ayuntamiento de Fuenlabrada. Rescatamos un fragmento de la ponencia de Alicia Miyares para ejemplificar la falta de respeto hacia otros enfoques de pensamiento no hegemónicos, hablando sobre lo que ella denomina “los movimientos reaccionarios de la izquierda”: “como se afirma en uno de los manifiestos transfeministas y aquí cito: el sujeto político y es una cita del manifiesto redputabollonegratransfeminista, aquí esto levanta ampollas, dice, en ese manifiesto se afirma lo siguiente. El sujeto político del feminismo mujeres se nos ha quedado pequeño.es excluyente por sí mismo, se deja fuera a las bolleras, a las trans, a las putas, a las del velo, a las que ganan poco y no van a la Uni, a las que gritan, a las sinpapeles, a las maricas, puuuuntos suspensivos. ¿En qué benificia este nombrar hasta los puntos suspensivos’ Como puede apreciarse, el tono del discurso pone de manifiesto la autoridad que ella misma se otorga y que quita a las demás.

 

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